El corazón no solo divino, no solo humano sino divino y humano de Jesús es la clave de todo

En los Evangelios, Jesús vive y transmite verdades radicales a la multitud: ama hasta el extremo y enseña que con su ayuda también el hombre puede llegar a amar de esta manera.
Pero para Jesús la Palabra no es un concepto que se comprenda con la mente y se aplique con las propias fuerzas. En cambio, la Palabra es una semilla que se da gradualmente y que, si se acepta, crece gradualmente, a la medida de la persona específica. Así que no tienes que hacer todo enseguida sino tratar de ser tú mismo con sencillez y sentido común a la luz que poco a poco te va dando Dios.Los sentimientos nunca son pecados porque vienen solos: la ira, los rencores, los juicios, las pasiones, ellos vienen por sí mismos, el pecado es rechazar la luz que, en la medida en que viene, nos dirige a ir más allá, hacia el bien.

Sólo Dios con su amor sabio y delicado sabe abrir el corazón de cada persona. Las heridas vienen de un amor que no ha llegado o que ha llegado extraño, lúgubre, rígido, esquemático, innecesariamente laxo. Cuando el amor auténtico de Dios se manifiesta gradualmente, los nudos de nuestra vida se deshacen virtualmente, se abren los caminos para nuestra plena realización.

Nuestra humanidad es llevada a una relación serena y sencilla con Dios, aprendiendo a no dejarse engañar por los sentimientos de culpa, por la rigidez, por los sesos, por la laxitud inútil.
Esta paz en nuestra relación más íntima y profunda, la de Dios, orienta paulatinamente toda nuestra vida a no dejarse engañar por ansiedades excesivas, complicaciones, pensamientos negativos.

Aprendemos a dejar madurar las decisiones en la vida concreta siguiendo a Jesús La gracia, cuando tratamos de acogerla, crece cada vez más. Aunque a veces nos sintamos confusos, secos, si perseveramos en el crecimiento el Espíritu viene cada vez más a llenar nuestro corazón, a consolarnos, a sanarnos por completo, como no podíamos imaginar.

En este camino aprendemos a reconocer el bienestar creciente, los dones espirituales, humanos, materiales de Dios ya dejarlos crecer. “Bienaventurados los que en ti encuentran su fuerza
y decide en su corazón el santo camino.
Pasando por el valle de las lágrimas
lo convierte en un resorte,
incluso la primera lluvia
lo cubre de bendiciones.
Su vigor crece en el camino,
hasta que se presente ante Dios en Sión (Sal 83, 6-8).